Bajo las calles modernas del sur de Londres, un descubrimiento arqueológico sorprende por su belleza y por su capacidad de cuestionar lo que creíamos saber.

En el barrio de Southwark, arqueólogos del Museum of London Archaeology (MOLA) han restaurado una serie de frescos romanos de casi 2.000 años, que estaban enterrados desde tiempos del Imperio y que ahora emergen como piezas clave para repensar el pasado.

Los frescos decoraban los muros de una lujosa villa romana construida entre mediados del siglo I y principios del siglo II. Lejos de ser simples decoraciones, estas pinturas murales revelan una técnica refinada, una paleta de colores intensa y un nivel de sofisticación que no se esperaba encontrar en esta zona de la antigua Londinium.

Motivos como aves, frutas, liras y composiciones geométricas aparecen pintados con pigmentos costosos y exóticos: rojo cinabrio traído de Hispania, un amarillo brillante inusual en Britania, y posiblemente azul egipcio, uno de los pigmentos sintéticos más preciados del mundo antiguo. Estas elecciones cromáticas no solo reflejan riqueza material, sino también vínculos comerciales y culturales con otros centros del Imperio, como Pompeya o Lyon.

Uno de los detalles más llamativos es la aparición de inscripciones pintadas: fragmentos de palabras en griego -inusuales en este territorio- y la palabra latina “Fecit” (“lo hizo”), que podría interpretarse como una firma del artista. Se trata de un testimonio excepcional de la presencia de cultura escrita y artística en una región que hasta ahora se creía marginal.

Periferia secundaria

Hasta este hallazgo, Southwark era considerada una periferia secundaria de Londinium.

Sin embargo, estos frescos -restaurados a partir de más de mil fragmentos- revelan que esta zona fue probablemente un barrio residencial de élite, donde se vivía rodeado de arte, color y símbolos de estatus. En palabras de los investigadores, Southwark pudo haber sido el “Beverly Hills” de la Londinium romana.

Este descubrimiento invita a revisar los mapas mentales que tenemos sobre la historia urbana de Londres. Recuerda que el pasado está lleno de matices, y que bajo el suelo cotidiano pueden esconderse piezas del rompecabezas que dan nueva forma a nuestra memoria colectiva.

Cónclave: los frescos de Miguel Ángel, testigos de la elección del nuevo Papa

Para los investigadores, el hallazgo representa un “cambio de paradigma”. Londres ya no puede entenderse únicamente como una ciudad militar o administrativa en los confines del Imperio. Estos frescos revelan una ciudad conectada con el comercio internacional, el arte y el gusto por el lujo, integrada de manera mucho más profunda al entramado cultural romano de lo que se creía hasta ahora.

Los frescos se encuentran en al menos en 20 paredes del edificio, con detalles bellamente pintados de instrumentos musicales, pájaros, flores y frutas, informa la BBC. El equipo del Museo de Arqueología de Londres (Mola) todavía espera que se encuentre la pieza vital mientras examinan los fragmentos.

“Es uno de los conjuntos de yeso y pinturas murales romanas más grandes, si no el más grande, que hemos encontrado en el Londres romano”, dijo Han Li (director de Mola).

El fresco más grande, de unos 5 x 3 m, presenta una sección inferior de color rosa pálido, salpicada de motas de pintura que imitan el mármol. En la parte superior se encuentran paneles de un amarillo intenso con bordes de un verde suave.

“Eso me resulta bastante interesante porque se ve que los pintores romanos toman una idea clásica y le dan un toque propio del noroeste europeo o local. Me parece magnífico”, afirma Han Li. Pasó muchos meses con el montón de yeso, examinando meticulosamente cada pieza para armar lo que él describe como “el rompecabezas más difícil del mundo”.

Los romanos fundaron Londres en el año 43 d. C. y la villa se construyó poco después, datando del siglo I o II, cuando la nueva ciudad estaba creciendo rápidamente.

Los frescos de Miguel Angel corren peligro

Un fresco es una técnica de pintura mural que consiste en aplicar pigmentos diluidos en agua sobre una capa de yeso húmedo (cal y arena). La humedad del yeso permite que los pigmentos se integren químicamente en la superficie, creando una obra duradera. Los pigmentos surgen de diversas fuentes, tanto naturales como sintéticas. Los pigmentos naturales se encuentran en plantas, animales y minerales, mientras que los sintéticos se crean mediante procesos químicos en laboratorios.

“La Última Cena” de Leonardo da Vinci es un fresco que fue pintado entre 1495 y 1498, por ejemplo. Y pertenece al Quattrocento.

El uso de pigmentos costosos como el cinabrio y el posible azul egipcio, importados desde regiones lejanas del imperio, confirma la existencia de redes de comercio sofisticadas y de un gusto artístico cultivado entre los habitantes locales.

Este hallazgo desplaza el eje del relato histórico: ya no se puede pensar a Londres romano como un mero puesto fronterizo, sino como un punto activo de intercambio cultural, artístico y económico, integrado en el pulso del Imperio romano.

Como un puzle: 1.000 fragmentos para armar un “rompecabezas”

Los arqueólogos Museum of London Archaeology (MOLA) ensamblaron más de 1.000 fragmentos como un rompecabezas cromático, guiados por las líneas de color y las texturas del yeso, algo que solo es posible cuando los pigmentos originales fueron aplicados con gran habilidad y con materiales estables. Ahora los investigadores están comparando los frescos con otros sitios (Fishbourne, Colonia, Pompeya…) para seguir atando pistas sobre artistas itinerantes o talleres especializados.